viernes, 7 de octubre de 2011

narcotrafico de mexico




Sobre 


nombres a ratos incomprensibles inundan los comunicados de autoridades y los medios masivos cuando se trata de informar sobre algún detenido perteneciente a la delincuencia organizada.

Del Chocorrín a La Barbie, pasando por El Pozolero, las razones por las que un delincuente es bautizado con un apodo van de las características físicas a la tarea asignada en el grupo y hasta los gustos, aunque en ocasiones los motes no tienen que ver con nada que los vincule al grupo delictivo al que pertenecen.

Juan Alberto Hernández, investigador de la Universidad Panamericana (UP), afirma que el mote ayuda a identificar a cada participante respecto a sus funciones específicas, además de que cumple con el objetivo primordial de ayudarles a ocultar su identidad.

“En las sociedades básicas la gente tiene sobrenombres para establecer rangos y funciones dentro de un mismo grupo”, lo que se repite entre delincuentes, afirma el especialista.

En el caso de Tony Tormenta, como se le denominaba al ahora desaparecido Ezequiel Cárdenas Guillén dentro del cártel del Golfo, el sobrenombre evocaba a una persona con mucha fuerza, quien además dirigía al grupo, señaló.

Otro ejemplo es el de La Barbie, como se conoce a Édgar Villareal, quien perteneció al cártel de los hermanos Beltrán Leyva, pues aunque de su apodo existen varias leyendas, se dice que ese sobrenombre se le dio porque se parecía al muñeco Ken, el novio de Barbie, pero como era más identificable el nombre de la muñeca optaron por utilizar ese, aunque otras versiones indican que el narcotraficante recibió ese apodo únicamente por ser rubio.

Lo cierto es que en cuestión de los apodos que adoptan los delincuentes nada está escrito.

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